miércoles, 18 de junio de 2008

Kandahar, mi pelicula




La desolación invade el horizonte. En Afganistán el árido futuro se estanca en un pozo de desesperanza y olvido, mucho mas profundo que los dejados por miles de detonaciones anuales, producto de las minas terrestres desparramas por los soviéticos y los continuos atropelllos estadounidenses. Un país en donde la mirada occidental se incomoda al contemplar la vida cotidiana que viven millones de afganos, siendo al mismo tiempo, causa de la mayoría de los males que recaen sobre ese milenario pueblo.

La película Kandahar (2001) de Hahsen Makhmabat muestra una postal única. El desierto se tiñe esporádicamente de oasis, plantaciones de amapola, precarios pueblos de pastores o improvisadas tiendas de ayuda humanitaria internacional. Mientras el silencio se corta por una ventisca de arena, una procesión de mujeres, enfundadas en sus tradicionales burkas celeste, verde, amarilla, blanca o crema, irrumpen con su canto, el sol termina de cocinar una escena donde el ojo occidental se sentiría más cómodo estando en una playa del Caribe disfrutando de la brisa marina, en lugar de las ráfagas de aire caliente que azotan a un paisaje atemporal.

Afganistán acaso sea el único lugar en el mundo donde llueven piernas ortopédicas en el medio de la nada. Debajo, en un pequeño campamento de la Cruz Roja, cientos de personas mutiladas por las minas, que ya forman parte de la cultura afgana al igual que el Corán y el polémico burka, dejan de lado la espera y se lanzan en una caótica carrera en busca del preciado cargamento.

No solo las minas desangran al pueblo afgano. El hambre, la sed y el abandono son flagelos más destructivos que las esquirlas y detonaciones. A pesar de que los chicos son instruidos para evitar ser víctima de estos artefactos explosivos, no hay ninguna técnica o recomendación para contrarrestar el vacío que produce la hambruna en sus estómagos, salvo un plato de comida. El llanto por no tener qué comer, la falta de medicinas para enfermedades comunes y el agua contaminada son tragedia nacional en uno de los países más pobres y olvidados del mundo.

En este contexto, Occidente se preocupa por las mujeres prisioneras debajo de las burkas y reclama por sus merecidos derechos. Pero la libertad no se logra cuestionando tradiciones a punta de fusil sino sembrando algo olvidado entre las dunas y el hostil clima afgano, algo que casi no se deja ver entre tanto sufrimiento: un poco de esperanza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

...tanta mierda alrededor y nosotros preocupandonos por nimiedades, buena mirada eze.
Ro

♫ En El Palacio De La Risa Y El Dolor ♪ ☆ dijo...

Buenasss. Hace tiempo ya ví una película (el título creo q llevaba la palabra"tortugas", no me acuerdo!!) de un grupo de chicos en M.Oriente, con partes del cuerpo amputados (así se escribe??) y pobres, en situación límite que se encargan de buscar las minas y de avisar cuando vienen a atacar, etc.etc. cuando me acuerde,,,,,paso bien la data, capaz ya la viste!! bueno, saludoss.
PD: El poema recomendado esta muy bueno, sobre todo cuando dice:
Cuando haya que lanzar la pólvora
el hombre lanzará la pólvora.
Cuando haya que lanzar el libro
el hombre lanzará el libro.
-... y el final!! buenisimo, chaus

Anónimo dijo...

Buen artículo y buena mirada Ezequiel. Es alentador que gente joven pueda percibir - y difundir- los hechos de esta manera. Adelante con el blog!!! Silvia.