viernes, 18 de abril de 2008

"Ya no tengo el estómago para tragarme las cosas que hace este diario en nombre del periodismo”.



A fines de marzo la revista Veintitrés me pidió una opinión sobre el rol que cumplen los medios periodísticos y algunos intelectuales en la elaboración del discurso político actual.

Yo efectué una dura crítica a lo que se da en llamar el Grupo Clarín y acentué, particularmente, lo que a mi criterio había sido una clara manipulación informativa durante la cobertura del conflicto Gobierno vs. Campo, tanto por parte del diario como de Canal 13 y TN.

En este caso no hice más que expresar, libremente, la vergüenza que me provocó -como periodista pero también como simple ciudadano- el ejercicio “periodístico” del Planeta Clarín y sus satélites.

La reacción por parte de la empresa, como es de suponer, fue inmediata.

Y hasta la consideré razonable.

Es más: a uno de los colegas aludidos, Julio Blanck, le dí explicaciones acerca de por qué yo lo incluía en una lista de hombres de prensa que -desde mi punto de vista- sostienen un discurso “progresista” pero le terminan haciendo el juego al llamado establishment.

Hasta ahí todo bien.

Lo que siguió después es distinto.

Las autoridades editoriales (en este momento no se me ocurre otro término) le comunicaron a mis jefes que “de ahora en más” dejara de escribir la página 3 del Zonal (que se supone es la más “importante”) y que me limitara a hacer -es textual- “notas blandas”.

Una estupidez, realmente.

Pero pocas horas después se emitió otra orden: que no se me autorizara a tomar la totalidad de días de vacaciones adeudados, que había pedido para esta semana..

No dieron argumento alguno para justificar la negativa.

La verdad es que por ninguno de estos dos castigos tendría que haberme hecho mala sangre.

Sin embargo, dije “basta” y tomé la decisión de no seguir adelante con mi trabajo en el Zonal, harto del doble discurso de este diario, de su hipocresía, de pontificar en sus editoriales y notas de opinión una cosa para después hacer otra.

Es tanta la repugnancia que sentí por quienes posan como adalides de la libertad de expresión que me dije a mi mismo: “hasta aquí llegué”.

Quiero decir: hace más de 20 años que ejerzo el oficio de periodista; conozco perfectamente los condicionamientos que nos ponen para atenuar o directamente diluir nuestra vocación de contar y decir las cosas como uno cree que son, aun a riesgo de equivocarse.

En fin, en casi todos lados he comprobado (eso tan viejo pero siempre vigente) que una cosa es la libertad de prensa y otra la libertad de empresa.

Pero lo que viví en Clarín en los últimos tiempos superó todo… Gracias a Dios, ¡todavía tengo vergüenza!

Pero lo que ya no tengo es estómago para tragarme las cosas que hace este diario en nombre del periodismo.

A esta altura ya no puedo soportar tanto cinismo.

Como cuando desde un título o una nota se insiste en que no decrece el nivel del trabajo en negro y las condiciones laborales son cada vez más precarias, siendo que en todas las redacciones del Grupo se emplea a pasantes a los que se los explota de manera desvergonzada, obligándolos a hacer tareas de redactor por la misma paga que recibe un cadete, sin obra social ni vacaciones.

Es el mismo cinismo de despotricar contra la desocupación al tiempo que se lanzan a la calle nuevos productos sin contratar a trabajadores, duplicando y hasta triplicando el horario de los que ya están dentro de la maquinaria.

Es el mismo cinismo de presionar a redactores para que se conviertan en editores, bajo la promesa (falsa) de que “algún día” se les reconocerá la diferencia salarial.

Si, como se sostiene el martes 15 en la cotidiana carta del editor al lector, “son los medios y los periodistas los que deben regularse y actuar con responsabilidad democrática”, pues bien Sr. Kirschbaum, yo empiezo por esa tarea. Porque si Clarín tanto se rasga las vestiduras asegurando que respeta la libertad de expresión, ¿por qué sanciona a un periodista que vierte, ejercitando esa libertad de pensamiento, una opinión?

Tengo otras cosas para decirle a usted y a quienes lo secundan (si es que a esta altura todavía están leyendo…): la demonización que practica el diario a través de un “inocente” semáforo que cumple la misión de dividir al mundo en ángeles y demonios (según el interés ideológico o comercial del Grupo), ha llegado al nivel de un verdadero pasquín que nada tiene que envidiarle a las publicaciones partidarias.

Es peor todavía, porque éstas tienen la honestidad de reconocerse como expresiones de un partido político o de un espacio ideológico.

En cambio, Clarín se imprime bajo el infame rótulo de periodismo independiente…

En pos de engrosar la cuenta bancaria se ha perdido todo decoro.

Da la sensación de que los que se llaman periodistas o columnistas ya ni sienten un mínimo de pudor por haberse convertido en contadores del negocio mediático, desvividos por saber cuánto dinero ingresa a las arcas; lo único que les falta es salir con el camión de Juncadella.

Digo esto porque ha sido patética, en la misma carta del editor del martes 15, la reacción editorial contra otros medios periodísticos competidores que estarían atreviéndose a morder un pedazo del queso que el Grupo quiere deglutirse, como de costumbre, solito y solo, calificando a aquellos de miserables, travestidos y miembros de una jauría.

¡Después cuestionan a D’Elía o a Moyano por las palabras “ofensivas” que lanzan contra el periodismo independiente y democrático!

La mayoría de quienes me conocen saben de mi simpatía y hasta cierta militancia por el peronismo.

Pero también saben que no me une ningún tipo de relación con el gobierno, ni con su tan temido Observatorio de Medios, ni con los jóvenes de la Cámpora ni tampoco con sus “grupos de choque”.

La aclaración vale para que estén tranquilos y no piensen que durante estos siete años fui un agente infiltrado en el Zonal Morón.

Simplemente amo el trabajo periodístico, tengo pensamiento propio (aunque, qué le vamos a hacer…: no es el políticamente correcto) y un compromiso de honrar mi oficio.

A Ricardo Kirschbaum, a Ricardo Roa y a tantos otros que mandan les digo que estoy preparado para asumir lo que venga, porque no me extrañaría que las redacciones de otros medios empiecen a recibir llamados telefónicos pidiendo que se me prohíba trabajar de lo que soy.

Tan libre me siento, tan espiritualmente íntegro de poderles decir lo que les digo (aunque les resbale), que ya no me importa si la larga mano del Grupo le pone candado a mi futuro para no dejarme otra opción que trabajar como remisero o repositor de supermercado.

Me voy orgulloso de haber seguido aprendiendo lo que es vocación, oficio, dignidad y ejercicio responsable del buen periodismo.

Que me lo dieron los jefes de los zonales y un montón de amigos y compañeros a quienes no voy a nombrar para evitarles quedar marcados por mi cercanía afectiva.

Me voy avergonzado de la conducta de quienes deberían honrar el trabajo periodístico y no lo hacen.

CD/

Claudio Díaz diazdeoctubre@yahoo.com.ar

Fuente: Nac&Pop


Gracias a los amigos de www.elortiva.org


jueves, 3 de abril de 2008

Plan México: las garras del aguila en la tierra azteca

George W. Bush y Felipe Calderón durante la visita del mandatario estadounidense a México




“México va a ser una plataforma para la nueva estrategia continental de Estados Unidos, igualando lo que procuró hacer en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia”, afirmó Jorge Lofredo, Licenciado en Ciencia Política, periodista y miembro del Centro de Documentación de los Movimientos Armados (CeDeMa). Lofredo disertó en un encuentro de las Cátedras Bolivarianas, coordinado por Carlos Aznarez. Su discurso, fue un recorrido sagaz e inteligente de los actuales conflictos que enfrenta el país azteca, sumados al proyecto imperialista del Plan México, remarcando el estado anárquico en el que están sumergidas varias zonas del territorio. En la conferencia se exhibió un largometraje titulado El Violín, de Francisco Vargas, que refleja de un modo crudo y visceral, las violaciones, asesinatos y vejámenes psicológicos que sufren los sectores pobres y desprotegidos en México por parte de las fuerzas “pacificadoras” del gobierno de Felipe Calderón.

“El Plan México está impuesto por Estados Unidos, pero en complicidad y coordinado legalmente por el gobierno del presidente mexicano Felipe Calderón”, declaró Lofredo y agregó que sería un perfeccionamiento del tratado Puebla – Panamá, sumándole más de mil millones de dólares, equipos de ultima generación para combatir el narcotráfico, entrenamiento de fuerzas mexicanas por pares norteamericanos y vehículos aéreos y terrestres fuertemente armados. El periodista, destacó la existencia de dos frentes principales a los cuales estaría abocado el plan gestado entre los dos países limítrofes.


Plano militar y económico

“El aspecto militar viene a continuar lo que el gobierno de Felipe Calderón lleva adelante en los denominados operativos conjuntos”, señaló. Estos operativos no son más que meras fachadas en pos del combate al narcotráfico y la delincuencia, que sólo logra sembrar pánico mediante la brutalidad impune, perpetrada por soldados, policías y agentes infiltrados de inteligencia. “En el norte mexicano, donde se plantea la mayor presencia del narcotráfico y de mayor simpatía política hacia el Partido Acción Nacional (PAN), el gobierno sólo ha llevado a cabo un operativo conjunto, más precisamente en el Estado de Tamaulipas”, afirmó Lofredo, y continuó ahondando en el tema al señalar: “el resto fue apuntado básicamente al sur. Esa región mexicana se caracteriza por ser mayoritariamente indígena y pobre, en contraposición al norte, que es blanco y rico. También está marcada por los focos de insurrección, la mayor cantidad de votos a Manuel López Obrador y el tráfico humano”.

La iniciativa Mérida, como también es denominado el Plan México, al mismo tiempo se refiere al asesoramiento y presencia de soldados norteamericanos en territorio mexicano. “Esto no quiere decir que no existan soldados norteamericanos en México. Significa que la situación se va a blanquear”, afirmó Lofredo. Luego, el miembro de CeDeMa agregó que “las fuerzas militares o personas serviles a la administración Bush, se infiltran mediante gerencias bancarias o de asesores de negocios en diferentes empresas de capital estadounidense”. El periodista destacó que “hasta la derecha está poniendo en duda la legalidad y legitimidad del plan México” y nombró algunas de las primeras empresas que están llegando detrás del tratado, como Halliburton y la compañía contratista Blackwater. “El periodista Carlos Fazio, llegó a la conclusión que estas dos empresas están seriamente cuestionadas por el desparramo que armaron en Irak. Lo que pasó en ese país, es lo mismo que se intenta reproducir en el territorio mexicano”, destacó Lofredo y señaló que “se está exportando una psicosis (en relación al terrorismo y miedo que pregona EEUU) que acarrea un negocio monumental”.


Para Lofredo, a partir de la injerencia militar estadounidense, se esta procurando el arribo definitivo de empresas norteamericanas para reproducir negocios, que hasta hoy la ley mexicana se los prohibía. Puntualmente relacionados a privatización de Petróleos Mexicanos (Pemex), uno de los mayores proveedores y más cercanos a Estados Unidos para los próximos 20 años. “Hoy Pemex, que fue atacado dos veces por el Ejército Popular Revolucionario (EPR), fue reivindicado por el gobierno de Calderón como una empresa mexicana para definir a los ataques del EPR como atentados en contra del patrimonio mexicano. Pero no hay que olvidar que Pemex está privatizada en un 60 por ciento. Entonces habría que considerar hasta que punto es un ataque es en contra del patrimonio mexicano”, señaló el periodista.






Plano político y social

En México, se plantea un panorama político donde el gobierno oficialista está siendo machacado por el fantasma del fraude electoral. “Lo que está en juego en México es la legitimidad y legalidad del estado mexicano”, advirtió Lofredo. En la actualidad, el 60 por ciento de los mexicanos no considera a Felipe Calderón como presidente legítimo, quien en las elecciones del 2006 dejó en segundo lugar a Manuel López Obrador. Para intentar fortalecer el gobierno azteca y perpetrar un estado títere, el Plan México “contiene un componente contrainsurgente muy fuerte que muestra una nueva faceta: la de permitir, provocar y fomentar el caos en una zona geográfica determinada, como ocurrió el 2006 en Oaxaca”, afirmó Lofredo. “La anarquía que se esta generando en México se puede interpretar de dos maneras: como un hecho de provocación y una falencia del campo popular”, sostuvo y agregó que “hay que poner un poco más de política y no solamente un hecho insurreccional, que acabe en una sola consigna”. El periodista hizo hincapié en que la Asociación Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO)
, con un amplio respaldo en la población, carecía de un programa político mínimo y sólo se limitaba a la caída del gobierno de Ulises Ruiz Ortiz (gobernador de Oaxaca desde el 2004). No poseía una propuesta seria y contundente, que pudiese llenar de contenido el vacío que el movimiento social y popular estaba logrando en el proceso de deslegitimación de las autoridades locales.

Lofredo destacó que, a pesar de algunos puntos esenciales excluyentes entre sí, “López Obrador y el EZLN están mostrando que pueden formarse dos grandes frentes en repudio a la política oficial de Calderón. Esto sería un hecho casi inédito en la historia mexicana”. También remarcó la tarea que lleva adelante el EZLN al intentar vincular los sectores indígenas, el movimiento obrero y social. Por ultimo Lofredo planteó que si se privatiza en su totalidad Pemex, se efectiviza la presencia de soldados estadounidenses en México y se agravan las debilidades del gobierno, “estará planteado un cuadro de una anarquía muy importante, que se sabe dónde empezó, pero es muy difícil poder suponer dónde y cómo puede terminar”.



Por Ezequiel Alvarez