En esta ocasión nos gustaría explorar que hay detrás –un detrás sociológico- del indicador mas resonante de las consultoras de riesgo de inversión a nivel mundial. Se trata del aclamado Riesgo País.
El índice del Riesgo País se popularizó en Argentina en los meses previos a la crisis social del 2001. En realidad, cuando se hablaba públicamente del Riesgo País, se estaba difundiendo lo que técnicamente se conoce como Emerging Markets Bond Index Plus (EMBI+) que busca, nuevamente en términos técnicos, medir el riesgo de adquirir bonos de deuda publica de un estado determinado. Mientras que en Argentina los diarios y medios de difusión a las masas mostraban diariamente el progreso del EMBI+, los escritos técnicos de economistas del CEMA y otros núcleos de pensamiento neoclásico mantenían la creencia de que no se puede evaluar el índice en su desempeño en un solo país, sino que el procedimiento correcto es comparar entre los países de la región. Se planteaba una mirada desde el punto de vista del inversor con opciones a nivel global (como no puede ser de otra forma dentro de este paradigma, la mirada de la economía al servicio de la acumulación de capital). Esto no es de ninguna manera sorprendente, ya que quién hace el cálculo del riesgo país es un banco de inversión, siendo entre estos la más popular la antigua financiera J. P. Morgan. El Riesgo País puede ser y es calculado por un número de bancos y financieras con portafolio de inversores, las cuales en su enorme mayoría pertenecen a conglomerados con sede en Estados Unidos. Los cálculos del este indicador son distintos para cada entidad aunque coinciden en involucrar un número de dimensiones similares.
A nivel teórico se trata de un índice, compuesto por indicadores dentro de dimensiones determinadas. El procedimiento regular para la construcción de un índice sociológico –explicaremos que no puede ser comprendido de otra forma por la calidad de las dimensiones que involucra- es partir desde un concepto general (en este caso “Soberanía”), obtener de él dimensiones que lo compongan (en este caso, el riesgo país involucra una dimensión Financiera, una dimensión Económica y una dimensión Política). Para cada una de estas dimensiones se desarrollan un número de indicadores que son luego ponderados para obtener el índice final. El índice es básicamente útil para una inversora financiera privada y al estar calculado por ellas mismas, la publicidad de las ponderaciones y los factores intervinientes queda a criterio de la entidad.
Técnicamente, el elemento popularizado del Riesgo País es una cociente entre la tasa de retorno que otorgan los bonos de deuda pública del tesoro estadounidense a 30 años y los bonos de deuda pública de un mercado “emergente” (en denominado EMBI+). El EMBI esta dentro del cálculo del Riesgo País como un indicador clave, por su publicación cotidiana y por su carácter matemático explicado al comienzo del párrafo. Como indicador, el EMBI esta basado en el siguiente razonamiento: las inversiones de menor riesgo tienen menores tasas de retorno, mientras que a medida que incrementa el riesgo de cesación de pago de una deuda hay mayor retorno. Bajo este razonamiento, la diferencia entre los bonos públicos estadounidenses, considerados los más seguros del mundo, y los bonos públicos de los mercados “emergentes” entrega un total de puntos básicos, que multiplicados por cien nos indican el EMBI de un país. Al ser comparado con otro tenemos una idea del riesgo. El EMBI luego se introduce en una ponderación que lo hará pesar más o menos y el resultado es el riesgo soberano.
Luego de este desarrollo necesario, la pregunta que realmente nos parece importante es ¿Qué permite a un diario publicar un índice de inversión privado cómo información pertinente? ¿Porqué hay interés en este índice? Sabiendo que el índice de riesgo país es considerado “índice de soberanía” en los Estados Unidos ¿Cómo se matematíza la soberanía de un país? ¿Cómo se legitima el uso de un índice de estas características?
En términos de capitalismo global, el riesgo país y los cálculos de índices de deuda pública aparecen bajo la concepción de mercado emergente popularizada en los años ´80. El mercado emergente es un país que comienza a abrirse o se abre absolutamente a la colocación financiera. Son estados en necesidad, por distintas coyunturas, de recibir préstamos o de convalidad préstamos realizados a entidad privadas residentes, y se presentan como garantes más o menos sólidos, aceptando muchas veces un número de condiciones para cumplir ese papel. El fenómeno no es nuevo para el capitalismo, pero su difusión inaudita en aquellos años tiene que ver con un nuevo tenor del capitalismo mundial globalizado, que involucra el aceleramiento de los tiempos económicos, si bien no de las interrelaciones entre países, que por supuesto ya existían y son conceptualizadas de distinta manera por la economía como disciplina desde prácticamente su nacimiento. El riesgo país y los cálculos de los índices de soberanía son entonces una manifestación más de esta necesidad de información, pero también funcionan como dispositivos de control: las financieras trabajan por supuesto bajo un paradigma neoclásico de cómo deber actuar un país determinado para ser garante seguro de la deuda, garantía que va mucho más allá de la liquidez o posibilidad de afrontar los pagos de la deuda, y que involucra el “tenor político” de los distintos países. El índice en todo tiempo actúa como un termómetro que mide “sensaciones térmicas” de los grandes capitales sobre los países en los que se invierte. Las comparaciones, defendidas por algunos economistas como necesarias para entender el desempeño de un país, se realizan desde esta visión de portafolio de inversión, y su objetivo es que el gobierno residente piense como el capitalista extranjero con opción de rápido translado de sus inversiones (el supuesto ortodoxo de movilidad máxima de capital). La comparación entonces es según el punto de vista del agente inversor, pero de ninguna forma de carácter económico real, sino que esconde relaciones efectivamente existentes entre economías regionales.
Es curioso ver la disputa técnica que conducen ciertos economistas por el uso de este indicador. Reiteradamente se sostiene que el nivel alto del índice es un buen indicador de posibilidad de cesación de pagos y de crisis financiera. Sin embargo, el buen desempeño del índice (implica que el país se haya vuelto “más soberano”), no habla ni del desarrollo del país ni de su crecimiento, sino de su solidez o empeño en afrontar los vencimientos de los bonos de deuda. Como dijimos, la idea de fondo es establecer comparaciones entre países como si hubiese un normalizador en la ecuación de índice que permitiera simplificar todas las relaciones económicas entre los distintos países y lo que afecta a sus determinados contextos coyunturales. Esta lógica de manejo del índice es justificable para un inversor, pero difícilmente pueda ser utilizable por un estudioso de la realidad social y política de un país, para defenderla como más o menos sólida que la de otro. Este presentar una “no relación”, o una relación establecida por el intérprete, oculta o solaya las relaciones que se dan en el mundo real, en el caso de los países que reciben dicho diagnóstico, relaciones de dependencia, interrelaciones comerciales y políticas entre países de una región, presiones desde unos países hacía otros, diplomacia, etc. Las críticas entonces a su uso privado, no tienen lugar: responden a la dinámica del capitalismo contemporáneo, de globalización financiera y deben ser tomados como una manifestación de cómo el mundo opera actualmente. Sin embargo, su factibilidad “científica” es cuestionable en la medida en que es defendido como un índice científico en la esfera pública. Entonces las críticas al uso público deben ser sólidas, porque detrás de este se encuentran los hilos del poder.
La conceptualización de países emergentes involucra a dos regiones en las que esta subdividido el riesgo país. La primera latinoamericana (Ecuador, Brasil, Colombia, Panamá, México, Venezuela, Perú y Argentina); y una no latinoamericana (Morocco, Bulgaria, Nigeria, Polonia, Filipinas, Rusia y Corea del Sur). En America Latina se trata de un período de dictaduras militares donde el capital financiero instala su dominio sobre fracciones del capital productivo, y la burguesía se internacionaliza, profundizando el proceso que Furtado describe para la década del 70. En el caso de argentina (1981) la nacionalización de la deuda privada en las antípodas de la dictadura que involucra al entonces presidente del BCRA Domingo Cavallo es el primer pico de riesgo país registrado. La crisis en ciernes de los bancos estadounidenses impulsa la utilidad de una herramienta utilizada para asesorar a los capitales golondrinas, con gran liquidez y capacidad de viajar de una región a otra en cuestión de días, permitiendo esta comparación entre países abiertos al capital financiero.
La publicidad que se le dio a este indicador durante los meses previos a la crisis no tiene relación alguna con el conocimiento real de cómo este actúa. Tal vez actuó más bien, y en esto algo de razón tienen los economistas que desarrollan teorías vinculadas a las expectativas, como una legitimación a que todo marchaba mal y se venia el desmadre. Y más probablemente como un impulso de los medios de comunicación para condicionar las expectativas sobre el gobierno derechista de Fernando De la Rúa. El carácter matemático del EMBI+ y el discurso pretendidamente aséptico de los economistas neoclásicos permitieron recubrir a esos números con significado nebuloso de un manto cientificista, de frialdad matemática. El vicio en el que cae la economía neoclásica, cuestionado en todos sus frentes, pero arraigada aun en nuestras universidades debido a su respaldo y poder económico y político, fue endiosado por los medios, ocultando su carácter protosociológico. Nuevamente quienes tienen el poder pueden escribir la historia, y en una suerte de profecía autocumplida uno puede leer las apariciones casi diarias de este indicador en los medios como una evidencia de la razón que tenían quienes los calculaban. Pero esto genera algunos problemas cuando vamos a la realidad económica del periodo, y analizamos como las tasas de retornos de las empresas de servicios privatizadas, y las grandes transnacionales se mantenían constantes a lo largo de la crisis.
Hoy en día el riesgo país sigue cubierto de un velo místico, que permite a su aparición regular en titulares. En parte se ha consolidado como estrategia de dominación, al instalarse en la agenda del gobierno como indicador susceptible, al que hay que estar atento, lo que conduce a una mayor atención a otros indicadores antes “invisibles”, como el de deuda pública de la Standard&Poor, consultora que es parte de un conglomerado estadounidense que actúa en medios de difusión (televisión, revistas), en construcción y energía entre otros. El análisis serio de estos indicadores permitirá develar que se encuentra detrás de ellos y lanzar luz a los nuevos mecanismos de dominación dentro de la etapa contemporánea del capitalismo mundial.
Lea El León...no sea necio
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